Publicado el 05-06-2025 en UCC
La arquitecta mexicana Gabriela Carrillo en UCC Lab
Fue la invitada de la edición 2025 de nuestro workshop y se expresó sobre el rol de las mujeres en la profesión.
“Hoy toca sacudir una estructura social y de poder establecida y empezar nuevas formas de relacionarnos.”
Gabriela Carrillo es egresada, practicante y académica de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Vino a Córdoba para participar de UCC LAB, nuestro workshop de Arquitectura donde asistieron más de 50 estudiantes de distintos niveles. El taller se desarrolló durante tres y se estructuró en nueve grupos con distintas miradas que imaginaron y diseñaron nuevas formas de construir espacio público.
“El trabajo se enfocó principalmente en el tradicional barrio cordobés de Bella Vista, – cuenta Gabriela – con una cultura popular bellísima, arraigado al fútbol, pero también a una hermosa biblioteca que tiene actividades culturales comunitarias. El objetivo del taller fue aprovechar los vacíos urbanos para construir una nueva conectividad entre barrios para volver a escuchar el río, hoy silenciado por los autos y el entorno urbano, y fortalecer desde el espacio la fuerza cultural y comunitaria del lugar”.
A partir de su visita, conversamos con ella sobre papel de la mujer en la arquitectura regional.
¿Cómo evaluás el papel de la mujer en la profesión en América Latina?
Fuerte y poderoso. La presencia de mujeres haciendo arquitectura es una constante y las aulas también lo atestiguan.
Desgraciadamente hemos heredado un sistema patriarcal que no está fácil sacudirlo de la noche a la mañana. Hemos aceptado violencias, formas de habitar, responsabilidades de crianza y una serie de acciones que no deberían exclusivamente pertenecerle a las mujeres.
Creo que cada vez hay más atención, conciencia y disponibilidad para ir transitando hacia unas nuevas formas de habitar y de relacionarnos. No es fácil y somos solo un grupo muy privilegiado (desgraciadamente aún) el que puede actuar con libertad en nuestra práctica. Tener, si lo decidimos, una familia y poder también desarrollar nuestra profesión. Pero confío en que cada vez seremos más fuertes, hoy es una época de mujeres y es necesario hacer contrapeso cuando durante muchos años fue de otra forma. Ese contrapeso ayudará a que se balanceen los lugares, que posiblemente jamás serán iguales, pero que sí sean equitativos.
Pero el cambio tiene que suceder desde todos los frentes, no solo desde las mujeres peleando por un lugar. Tienen que ser una comunidad que reconoce y entiende que, si las mujeres han estado invisibilizadas en la historia de la humanidad en general, pues es porque hubo una estructura social y de poder establecida. Y que hoy toca sacudirla y empezar nuevas formas de relacionarnos.
En tu caso, ¿cómo fue tu experiencia y cuáles fueron los principales obstáculos?
En mi caso, insisto, soy una persona de enormes privilegios porque puedo estar aquí sentada porque tengo un fantástico cómplice compañero que está cuidando a mi hijo de nueve años. Porque tengo una nana que lo está acompañando y que hace de comer en mi casa todos los días. Porque tenemos unas abuelas que, de repente, si él tiene que hacer algo, o yo, están ahí. O sea, pertenecemos a un grupo de privilegio al cual no pertenecen todas las voces. Y es ahí donde todavía hay una profunda desigualdad. Si no poseemos poder, privilegio o una oportunidad de dejar a cargo de nosotros estos seres que están bajo nuestra crianza, pues no podríamos tener voces diversas. Y eso es lo que es fuerte.
Desde la educación superior, ¿qué aporte se puede aspirar a lograr en ese sentido?
Hay mucha gente que dice que está en contra de la cuota de género y yo particularmente no coincido, porque el error es cómo lo nombras.
Tenemos que asumir que probablemente tenemos alumnas que tengan hijos y que tal vez tengan que estar en un salón de clases con un hijo. Tenemos que asumir que tal vez la arquitecta que trabaja con nosotros no tiene dónde dejar a su madre y tiene que cuidarla. Y que tal vez eso haga que no pueda trabajar en tu estudio, pero tenga que trabajar en su casa. O sea, en la medida en la que seamos comprensivos de que todo el sistema y la red de apoyo que tenemos como comunidad se va a deformar, porque cada vez más, no solamente somos sensibles a esos lugares, sino que aparte otros se responsabilizan también de ellas. Pues eso va a sufrir una transformación radical en la arquitectura, en nuestra cotidianidad y en nuestras ciudades mismas. Soy muy optimista, así que pienso que, tarde o temprano, ya ha sucedido, y seguirá sucediendo.