En busca de convivencias pacíficas

Hoy, más que nunca, nos enfrentamos a situaciones de enfrentamientos y guerras que podrían ser totalmente evitables. Además, existen escenarios de poder en donde el ser humano no es respetado en sus derechos más esenciales como sucede con los robos y homicidios por la inseguridad en las calles, la explotación infantil y la trata; del mismo modo subsisten escenarios en donde hay necesidades humanas básicas que no son satisfechas como la falta de trabajo digno y el no cuidado de la salud. Sin equidad, justicia y educación los esfuerzos para construir la paz son mucho más débiles e ineficaces.

También es necesario tener en cuenta otros modos de relacionamiento humano que no promueven la construcción de convivencias pacificas. Aún presenciamos modos de vinculación en donde subsisten juicios de valor que no valoran al otro en su singularidad. En tal sentido, es necesario detenernos para pensar ¿cómo nos vinculamos con lo diferente, con lo que es ajeno a mí? Muchas veces suelen ser común todavía las dicotomías, “o estás en contra o estás a favor”; o bien la imposición, la invasión y el anular al otro, el no poder reconocerlo y respetarlo en su singularidad.

Hoy más que nunca urge aprender a convivir, ya que no se puede vivir sin convivir. Para ello, hemos de considerar que convivir es aprender a vincularse con las diferencias. Por tanto, es necesario gestar nuevos modos de relacionamiento en donde se elija respetar las diferencias, reconocerlas, aunque éstas no sean compartidas. Sin embargo, cuando nos topamos con lo diferente, subyace muchas veces el viejo paradigma de relacionamiento donde se busca invadir e imponer el propio punto de vista. En este sentido, solemos ser testigos de violencias intrafamiliares, rupturas laborales y quiebres de proyectos. Hoy es necesario gestar nuevos dinamismos en donde se elija respetar y comprender que convivir implica co-existir desde las diferencias ya sean éstas raciales, ideológicas, creencias, cosmovisiones socio-culturales o condiciones económicas, entre otras.

Entonces, si convivir es co-existir desde las diferencias, es una invitación a aprender a cuidar nuestros entornos de relación humana, a construir espacios donde el cuidado a otros incluya además el auto-cuidado personal. En tanto me cuido, porque soy valioso, también puedo cuidar a otros que son valiosos y elegir modos asertivos para comunicar las diferencias, mediante acciones que promuevan construir la paz y apuesten por una “humanidad compartida”, ya que de algún modo habitamos juntos, compartimos el espacio y el tiempo presente que nos habita. Y más aún, que tales acciones nos animen a consolidar un corazón humano sin banderas, que nos permita desplegar la paz interior, inherente en todo ser humano.