Publicado el 10-04-2025 en UCC - Posgrado
Competitividad, un camino para el bienestar ciudadano
Un enfoque integral que plantea fomentar un desarrollo económico inclusivo, innovador y sostenible, con instituciones fuertes y una sociedad equitativa.
La meta de la competitividad para el bienestar es transformar los modelos económicos actuales para que contribuyan a mejorar la calidad de vida de las personas. Trabaja sobre investigación y generación de conocimiento; transformación de políticas públicas; innovación empresarial y economía del bienestar y redes de colaboración internacional.
Desde 2018, en el marco de la Iniciativa Iñigo de Loyola, se analizan, discuten y proponen diferentes alternativas de abordaje de esta temática. Participamos de este espacio a través de la investigación en red junto a otras 13 casas de estudios de la Asociación de Universidades Jesuitas de América Latina (Ausjal). Su objetivo es trabajar sobre competitividad, no como un fin en sí mismo, sino para alcanzar el desarrollo económico y el bienestar de la población.
Fruto de ese trabajo se publicó un libro de ocho capítulos que busca generar un lenguaje común y verbalizar las necesidades que se dan en cada una de las regiones. Conversamos con dos de sus autores Marcelo Jaluf (MJ) y Leticia Tolosa (LT).
¿Qué diferencia a la competencia de la competitividad y cómo se vincula al progreso económico y social?
MJ—La competencia impulsa la eficiencia y la innovación en el corto plazo, pero la competitividad define las condiciones para un desarrollo económico y social sostenible en el largo plazo. El verdadero progreso de una sociedad no depende solo de su capacidad de competir en los mercados, sino de cómo esta competitividad contribuye al bienestar de sus ciudadanos. Abarca el desarrollo económico sostenible, no solo crecimiento del PIB, sino también calidad del empleo, diversificación productiva e inclusión financiera y la promoción de sectores con alto valor agregado e innovación. Además, aborda la cohesión social y reducción de desigualdades; la incorporación de criterios de producción responsable y economía circular; el fortalecimiento de la institucionalidad para garantizar reglas de juego justas y sostenibles y transparencia y ética en la gestión de recursos económicos y empresariales.
Por último abarca también la innovación y educación de calidad para el desarrollo y la vinculación entre la academia, el sector privado y el sector público para potenciar el conocimiento aplicado.
¿Cómo se logra esto en distintos entornos, o en distintas situaciones, o en distintos países?
LT —Evidentemente, los escenarios son distintos. De ahí viene la riqueza de trabajar en red. Porque siempre uno se vale de experiencias de otros o de lo que a los demás les pasó en algún momento y que pudieron ser exitosos esos resultados. País Vasco, en España se toma como una especie de referencia de logro de desarrollo económico. Después, hay indicadores de competitividad como el el World Economic Forum, y ahí Finlandia lleva la cabecera. Tienen más desarrollo económico y mejores indicadores de calidad de vida respecto a inclusión, eficiencia; crecimiento; inversión en salud y educación; electricidad proveniente de fuentes renovables etc. Otro ejemplo exitoso es Costa Rica.
El índice de progreso social que tiene más pilares de medición que el desarrollo económico.
¿Por qué eligieron el trabajo en red?
MJ—Lo hicimos porque permite articular esfuerzos, compartir conocimiento y generar soluciones colectivas a desafíos globales y locales. En un mundo interconectado, ningún actor (empresa, universidad, gobierno o sociedad civil) puede abordar solo los problemas del desarrollo sostenible y la equidad.
¿Qué podemos encontrar en el libro?
LT —La idea es mostrar los espacios de reflexión y también buscar cuáles son las dificultades o desafíos a la hora de desarrollar algún programa para lograr competitividad. Este es el tercer libro que se publica desde la red y lo importante es que logramos hablar formalmente de competitividad en un entorno de personas formadas en la materia. Es un enfoque muy distinto al que aborda un empresario que se centra más en la competencia o la rivalidad entre actores en el mercado que buscan ser más eficientes para competir en calidad y precio y ganarse mercado.
Uno de sus objetivos fue avanzar en el “para qué” desde la reflexión sobre a qué tipo de desarrollo debe apuntar la competitividad; y otro diseñar el “cómo” discutiendo hallazgos sobre los conflictos que emergen en procesos de reconciliación concretos y palancas a nivel experimental que apoyan a avanzar a la competitividad para el bienestar. Cuando uno habla de competitividad, relaciona no sólo a las empresas, sino que se menciona las cuatro hélices: las empresas, el gobierno, el mundo académico y además con una mirada en la sociedad civil, que es en definitiva la que recibe el impacto de todas las mejoras que se pueden realizar.
¿De qué manera se centraliza este trabajo? o ¿cuál es el punto de encuentro?
MJ—Una de las cuestiones es que desarrollamos fue el trabajo realizado desde el Centro de Competitividad de la UCC y lo que resaltamos como valioso es que se pudo formalizar dentro de una universidad. Uno de los objetivos de este espacio es formar a los distintos actores de la sociedad. Para eso se propusieron y diseñaron cursos y un programa de posgrado. También logramos llegar a los gobiernos y por ejemplo en Córdoba se promulgó una ley y se armó una agencia de competitividad. O sea, el gobierno provincial se apropió de estos conceptos para generar un espacio de debate y generación de ideas cuya ejecución produzca el impacto esperado. Pero hace falta educar, formar, transmitir y un poco convencer a la sociedad que este es el camino.
¿Qué cuestiones se podrían abordar desde los gobiernos?
LT —Muchísimas pero no como un gobierno que interviene, sino como uno que facilita a los empresarios para generar más competitividad, no más competencia.
Un tema muy sensible es el de los impuestos que son altos. La discusión original siempre es que el gobierno necesita cada vez más impuestos para desarrollar sus políticas públicas y los privados dicen que no les alcanza o que si no los eximen de impuestos no pueden ser rentables.
Llegar a un acuerdo no es una tarea fácil evidentemente. Lleva una discusión muy importante de saber a dónde destinar los recursos para que produzca impacto social de calidad y sostenible en el tiempo.
Por eso es tan importante el diálogo entre la academia, las empresas los gobiernos y la sociedad civil. Hay mucho para analizar y proponer y la universidad no debe estar al margen de esto.
Las universidades como impulsoras de la reconciliación mediante la competitividad para el bienestar inclusivo y sostenible
Fecha y hora: 30 de abril a las 9h Ciudad de México (GTM-6)
Presentan: Lic. Andrés Aguerre S.J, rector de la UCC y Dr. Gamaliel Hernández de la Universidad Ibero, ciudad de México.
Registro y link a la transmisión vía Zoom aquí.