Publicado el 24-04-2025 en UCC

Bergoglio-Francisco y la UCC

La biografía que, en 2014, con el testimonio del propio Papa, relató el paso, los vínculos y la obra de Bergoglio en Córdoba, dedicó un capítulo a lo que hizo en y por nuestra Universidad.

El libro Aquel Francisco fue presentado por sus autores, Javier Cámara y Sebastián Pfaffen, y por el entonces padre Ángel Rossi S.J. (el actual arzobispo de Córdoba y Cardenal de la Iglesia Católica), en el auditorio Diego de Torres de nuestro Edificio Centro “Juan Carlos Scannone”, en octubre de 2014. Habían transcurrido 19 meses del pontificado del primer papa jesuita y latinoamericano de la historia, cuyo fallecimiento reciente conmueve, por estos días, a gran parte de la humanidad.

Con la autorización de los autores, publicamos a continuación el capítulo completo que este libro dedicó a las intervenciones que el entonces joven padre provincial de la Compañía de Jesús en Argentina, Jorge Bergoglio, tuvo en nuestra Universidad, entre los complicados años de 1973 y 1979.

Es necesaria una aclaración: La transcripción respeta el texto original del libro Aquel Francisco, publicado en 2014, hace más de una década; eso implica que lo que está escrito en tiempo presente, hoy ya es pasado, al punto de que algunas de las personas mencionadas allí y citadas como fuentes directas, por haber brindado sus testimonios para el libro, ya han fallecido, como en los casos del propio Papa Francisco y de los recordados exprofesores y exdirectivos de nuestra Universidad, Carlos Diamanti y Néstor Giraudo.

Del libro “Aquel Francisco”:

Un futuro Papa en la Universidad Católica de Córdoba

Jorge Bergoglio, el papa Francisco, no fue alumno ni profesor de la Universidad Católica de Córdoba (UCC). Pero, como padre provincial de la Compañía de Jesús en la Argentina, durante seis años la tuvo a su cargo. No es un dato menor, y debería ser, hoy, un motivo más de orgullo para esta casa de altos estudios, primera universidad privada del país, que en poco tiempo más cumplirá sesenta años de servicio.

Veritas liberabit vos (“La Verdad los hará libres”) es el lema inscripto en latín en el escudo de la UCC. El autor de la frase es Jesucristo. Quién hoy lo “representa” en la tierra, el Papa, participó de manera activa en la historia de esta casa del saber.

Aunque parece haber pasado desapercibido, la documentación y algunos testimonios dan cuenta de que el padre Bergoglio se involucró realmente con la conducción de la UCC de acuerdo con la responsabilidad institucional que le imponía su cargo. Es que el estatuto académico de la UCC establece que la Universidad tiene como mayor autoridad al canciller, en este caso, el arzobispo de Córdoba, quien la encomienda a la Compañía de Jesús “en la persona del padre provincial”. Y este, como vicecanciller, delega el ejercicio inmediato de su autoridad en la persona del rector de turno.

Entre 1973 y 1979, el canciller de la UCC era el cardenal Raúl Francisco Primatesta, arzobispo de Córdoba, y el vicecanciller, Bergoglio. Si bien está claro que las tareas operativas las delegó en los rectores que se fueron sucediendo y en los organismos directivos de la UCC, Bergoglio se hizo cargo de la conducción “política” y estableció, mediante un reconocido mecanismo de consenso, las líneas directrices que llevaron a la casa de altos estudios a salir de una suerte de estancamiento similar al que por entonces atravesó el país.

Durante el “provincialato” de Bergoglio fueron rectores de la UCC los sacerdotes jesuitas Fernando Storni (1965-1975), Hipólito Salvo (1975-1979) y Jorge Fourcade (1979-1985). Y fueron vicerrectores académicos los laicos Arturo Granillo (1969-1974) y Carlos Luis Diamanti (1975-2000).

Eran —hay que recordarlo— tiempos complicados. Cuando Bergoglio se hizo cargo de la Provincia jesuita, en julio de 1973, todavía sonaban los ecos de la masacre de Ezeiza, ocurrida el 20 de junio de ese año, cuando las facciones de derecha y de izquierda que pugnaban por el control del peronismo se enfrentaron de una manera sangrienta mientras esperaban el regreso “triunfal” de Juan Domingo Perón.

Mientras Bergoglio asumía como provincial, el entonces presidente Héctor José Cámpora, “el Tío”, anunciaba su renuncia para permitir, mediante nuevas elecciones, el acceso de Perón al poder. Aquel grito electoral “Cámpora al gobierno, Perón al poder” se estaba haciendo realidad.

La problemática de las pujas ideológicas, de la militancia y la violencia política, y de la mezcla con el compromiso cristiano para con los pobres, había sido abordado por las autoridades de la Compañía y de la UCC ya desde 1970, luego de que una serie de acontecimientos violentos sacudieran a Córdoba y al país, y se colaran en la vida de los claustros de “la Católica”. Sin embargo, a Bergoglio también le tocó atender y resolver problemas de esta índole, para neutralizar alguno que otro intento de injerencia o de disciplinamiento montonero por parte de unos pocos estudiantes y uno que otro docente.

En el libro Una historia con sentido, editado por la propia UCC en 2006, con motivo de su cincuentenario (cuando ejercía el rectorado el padre Rafael Velasco S.J.), se deja constancia de que en 1971 la Universidad “procura combatir” el “contexto social de confusión acerca de las intenciones y actividades de la Iglesia en los problemas socio—políticos (...) con la aclaración y afirmación de sus objetivos y la adecuación de sus planes y actos a los fines para los cuales están ordenados”.

Por ese motivo, cuando Bergoglio tomó contacto con la Universidad, en su carácter de padre provincial, ya no era tanto problema la línea ideológica —aunque como se dijo la cuestión persistía y necesitaba un seguimiento— sino la línea política que abarcaba la conducción y el gobierno en su totalidad (las cuestiones académicas, financieras, religiosas, los proyectos, etcétera).

En febrero de 1975, Bergoglio designó al nuevo rector, el padre Hipólito Salvo, quien por razones de salud recién asumió el 2 de diciembre. Dice el libro antes citado que la asunción se dio “en un momento especial en tanto la Compañía de Jesús ha decidido concentrar todo su esfuerzo universitario en Córdoba, luego de entregar (la Universidad de) El Salvador a los laicos”.

Durante la visita canónica que el padre Bergoglio realizó a la UCC el 13 de octubre de 1976, dirigió un mensaje al Honorable Consejo Académico, en el que señaló que el crecimiento institucional puede lograrse “si la Universidad se mantiene fiel a la herencia y al condicionamiento que la gestó en un principio”. Y agregó en otro párrafo que, “si bien hay condicionamientos que cercenan, es una verdad ineludible que todo auténtico crecimiento ha de enraizarse en la originalidad que lo gestó y espejarse en la imagen que lo identifica”.

Esa imagen que identifica a la UCC es la que presenta el artículo 4 del Estatuto de la Universidad, que establece que “la UCC tiene como fin la búsqueda profunda de la Verdad y la promoción total del hombre mediante la formación humanística, social, científica y profesional de los estudiantes, a través de la docencia y la investigación en sus formas superiores y el cultivo de las bellas artes. En fe de lo cual otorgará títulos y/o diplomas académicos y/o profesionales. Servirá a la comunidad de acuerdo con su naturaleza. No tiene fin lucrativo y no impondrá discriminación de orden religioso a sus alumnos, pero reflejará en su investigación y enseñanza el mensaje cristiano como lo enseña la Iglesia Católica, en búsqueda ecuménica de la Verdad. Desarrollará sus actividades en consonancia con los principios que informan la Constitución Nacional y con las instituciones republicanas y democráticas de la Nación”.

En efecto, en consonancia con Bergoglio, el padre rector Salvo demostró estar “decidido a que la Compañía de Jesús mantenga el control del gobierno de la Universidad a fin de establecer cómo y con qué contenidos se forma a los estudiantes en tiempos en que se ha instalado en el país la más cruenta dictadura militar”.

En el mismo mensaje de octubre de 1976, Bergoglio señaló: “No se asienta la misión de la Universidad Católica ni sobre los fracturismos, ni sobre los sectores de moda, ni en los reduccionismos ideológicos de cualquier signo. Su misión es construir; su imagen es la totalidad del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, su realidad, los jóvenes que —ellos mismos en su personalidad— están haciendo este camino de integración. Pablo VI dice que el mundo de hoy está caracterizado por la ‘vertiginosidad de la evolución’. Y, a lo vertiginoso, es decir a lo que pasa avasallando, va oponiendo lo orgánico, que viene a ser como la fórmula de la totalidad con la identidad”.

En esa misma oportunidad, con una mirada religiosa y trascendente de la complicada realidad argentina, Bergoglio reclamó “tener ante la vista el núcleo fundamental que nos constituye y nos identifica para poder dar los pasos que nos exigen situaciones históricas concretas. Memoria del pasado y arrojo para abrir nuevos espacios a Dios”.

En esta línea de acción se creó el Vicerrectorado de Formación, y el padre Salvo, el rector de entonces, designó para ese cargo al padre José Regis Álvarez, quien desplegó un trabajo pastoral muy amplio coronado, en mayo de 1979, con la celebración de la misa diaria en la capilla del Campus universitario, ubicado en Avenida Armada Argentina 3555, en la ruta hacia la ciudad de Alta Gracia.

Un paso adelante

Cuando se le pregunta hoy al papa Francisco sobre aquella experiencia en la UCC, él resume todo en una frase: “Recuerdo que hubo algunos problemas serios en la Universidad Católica de Córdoba, donde también decidí rápido; pero allí fueron decisiones justas, porque todavía hoy puedo ver que no había otra salida, y gracias a eso la Universidad pudo dar un paso adelante”.

El Papa es consciente y agradecido de que aquellas decisiones no las tomó en soledad sino con personas valiosas que todavía hoy tiene muy presentes. “Hay gente de allí que me ayudó mucho. Recuerdo con mucha gratitud al contador Néstor Giraudo, una persona que tenía muy claro los números y puso en claro la situación financiera-económica. Y también me ayudó muchísimo el vicerrector académico, ingeniero Carlos Diamanti, quien, además de ser muy lúcido y llevar las cosas muy bien, realizaba el servicio del Rectorado en su silla de ruedas, lo que era todo un testimonio y una cosa muy linda de aquella época”.


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Giraudo y Diamanti son amigos. Jubilados ya, comparten una importante porción de su pasado. Un pasado que ambos, con familia incluida, consagraron a “la Católica” como le dicen a la Universidad donde estudiaron, donde crecieron, donde enseñaron, donde trabajaron y hasta donde uno de ellos —Diamanti— contrajo matrimonio. “Yo me casé en la capillita de la Universidad —dice el exvicerrector Académico, segundo ingeniero metalúrgico de la historia de Córdoba— porque era prácticamente como mi casa”.

Anoticiados por los autores de este libro de que el papa Francisco los había mencionado al recordar su paso por la UCC, Diamanti y Giraudo se reunieron para brindar su testimonio. Porque, según se advierte en sus voces y en sus miradas, la asunción del “padre Jorge” al trono de Pedro no sólo ha revalorizado aquellos recuerdos del pasado; también les ha dado una actualidad vital y trascendente.

Ambos conocieron a Bergoglio en 1975, cuando ya eran autoridades de la UCC: Diamanti era decano de la Facultad de Ingeniería y estaba a cargo del Vicerrectorado académico por propuesta del padre Storni, y Giraudo era vicerrector de Economía.

Los dos fueron confirmados en sus cargos por Bergoglio (incluso Diamanti tuvo que hacer las veces de rector hasta que asumió el padre Salvo), y coinciden en la impresión que les dejó aquel sacerdote que era apenas un par de años mayor que ellos: “Una persona sumamente inteligente, lúcida, muy ágil y rápida para tomar decisiones y poner en marcha las acciones. Decidido, expeditivo y con autoridad. La impresión que daba era la de un padre provincial que realmente ejercía la autoridad, pero lo hacía con sencillez, con humildad y generando consensos”.

Como hace cuarenta años, en una actitud que destaca el propio Papa, Diamanti sigue afrontando con buen humor y templanza la parálisis y los problemas de salud que le provocó un accidente de tránsito en Estados Unidos, donde había ido a estudiar con una beca conseguida a través de la UCC. Sin perder ese buen humor, asegura que el objetivo de Bergoglio “era consolidar una universidad muy jesuita, muy católica, ortodoxa, y que se le diera la mayor importancia posible a las cuestiones de Córdoba en esto de ayudar a formar profesionales de alta calidad, hombres de ciencia y de conciencia”. Y no tiene dudas cuando señala que la gestión del entonces padre provincial, produjo “un enderezamiento del camino de la UCC”.

Ese “enderezamiento”, asegura también Giraudo, no fue sólo en aquel sentido. La situación económica de la UCC era similar a la del Salvador (de la cual los jesuitas se habían desprendido) en cuanto dificultades. Tenía una deuda abultada, un serio déficit operativo y en la organización no estaba clara la necesidad de “fundarla” económicamente. “Cuando Bergoglio asume el control —explicó Giraudo, quien llevaba la administración contable— la UCC tenía una deuda importante, cercana a los 300 mil dólares, con la empresa IBM, por la compra de equipamiento; también había otras acreencias porque se habían hecho varias obras, y los intereses y el capital que había que devolver le restaban recursos. Además, había un desequilibrio en la estructura administrativa y docente en relación con la cantidad de alumnos, lo que acentuaba el déficit operativo”.

Siguiendo siempre el relato de Diamanti y Giraudo, la Universidad pagaba muchísimo dinero “sólo para cancelar los intereses de la deuda”, y se llegó a la situación de que “durante varios años, muchos profesores no cobraron absolutamente nada; daban clases ad honorem”.

Es cierto que la mayoría de aquellos profesores no vivía de la docencia, porque eran profesionales destacados en sus quehaceres privados y daban clases en la UCC por un compromiso personal. Pero otro porcentaje sí necesitaba cobrar. “Entonces hubo que tomar decisiones difíciles —recordó Giraudo, echando luz sobre lo que el propio Papa había señalado—; fueron decisiones difíciles, pero consensuadas. A algunos se les pagaba algo y a otros nada”.

Giraudo dijo que por orden de Bergoglio se firmaron acuerdos con los proveedores y hasta se logró la condonación de los intereses y de una parte del capital de la deuda con la empresa IBM. “El provincial dijo que el objetivo era que la Universidad debía sanearse económicamente para poder crecer y respaldar lo académico. Para tener los mejores profesores había que pagarles y para poder pagarles había que tener recursos. Bergoglio no quería aventuras financieras y se trabajó mucho con el sentido común”, explicó el Contador.

Con Diamanti, también recordaron otra “decisión fuerte” de quien ahora, como jefe del Estado Vaticano, está aplicando reformas para orientar la administración financiera de la Iglesia a su objetivo primordial: la evangelización. “Como pasaron muchos años durante los cuales los profesores no cobraron o tenían sueldos muy bajos, una de las indicaciones que dio Bergoglio fue que toda esa masa salarial que no se había pagado debía tributar previsionalmente. El objetivo era que cuando a esos profesores les llegara la época de jubilarse, pudieran hacerlo sin problemas y cobrar”, dijo Giraudo. Y agregó: “La Universidad fue adhiriéndose paulatinamente a todas las moratorias previsionales y de ese modo se pagaron todos los aportes que correspondían desde el inicio de la UCC. En la actualidad no hay una sola persona que no se haya podido jubilar por inexistencia de aportes. Al día de hoy todavía hay gente que va a buscar los certificados y allí están. Y todos se pueden jubilar. Esa fue una decisión fuerte del padre Bergoglio”.

Margarita Schweizer quien, como ya se dijo, fue nombrada por Bergoglio como decana de una facultad de la UCC, coincide con las visiones de Diamanti y Giraudo, y les agrega una mirada teológica—pastoral y una conclusión: “Por el respeto que Bergoglio siempre tuvo por la historia, de alguna manera rescató los esfuerzos y los sueños de aquellos jesuitas que se instalaron en Córdoba en los siglos XVI y XVII y fundaron una universidad que después se transformó en la Universidad Nacional de Córdoba. Desde lo teológico-pedagógico-pastoral, él advirtió que la UCC debía asumirse como una continuidad o refundación de aquellos sueños y esfuerzos, para ponerlos en marcha, según la misión y tradición de la Compañía, en el siglo XX y para el futuro”. Y agregó: “El aporte de Bergoglio a la Católica fue muy importante. Privilegió la unidad, generó consensos en la conducción y concentró todos los esfuerzos para que surgiera una única y fuerte universidad jesuita en la Argentina. La fractura, el juego antitético de bergoglianos y antibergoglianos que surgió después, hizo que se oscureciera su obra en este sentido, pero la UCC le debe mucho a quien hoy es el Papa”.

Cuando el padre Jorge dejó de ser provincial, la UCC estaba totalmente saneada y lista para comenzar una etapa de crecimiento muy fuerte que dura hasta hoy. En la actualidad, es una de las principales universidades privadas del país, con miles de alumnos, con un alto nivel académico, con un importante porcentaje de su presupuesto destinado a investigación, con un fuerte compromiso social, reconocidos servicios de vinculación tecnológica... y con un ex colaborador de la obra sentado en el trono de Pedro.