Publicado el 28-01-2024 en La Voz del Interior

El ómnibus de la economía: luego de la parada clave, ¿cuál es el futuro?

El Gobierno apuesta a que el Congreso Nacional le apruebe su paquete de leyes marco. Mientras tanto, la coyuntura no despeja interrogantes, entre el desempeño del dólar y la evolución de los precios.

El presidente Javier Milei se encontró en un punto crítico en el ajedrez político, balanceándose entre su apuesta máxima y la necesidad del pragmatismo político.

Su firmeza, casi intransigente, en la estrategia de una reforma rápida creó un punto de fricción con los gobernadores y sus legisladores, quienes con su poder de voto crucial se convirtieron en los actores principales en esta serie de suspenso y drama político.

En el último capítulo, al cierre de esta columna, terminó con el primer ministro en ser echado del gabinete, el de infraestructura, Guillermo Ferraro.

En las entrañas del Congreso Nacional se desplegó un intenso juego de negociaciones ante el ambicioso plan de reformas.

A pesar de que su partido (La Libertad Avanza) cuenta con una presencia más bien modesta en la Cámara de Diputados, el Presidente se ha manejado con una velocidad sin precedentes en el panorama político argentino.

Lo hizo intentando capitalizar lo que los analistas prevén como un breve período de gracia en medio de la severa crisis económica que azota al país.

En su cruzada reformista, Milei ha desplegado un arsenal de más de mil cambios normativos, amparados bajo la sombrilla de un amplio decreto de necesidad y urgencia emitido el mes pasado, junto con un pretencioso proyecto de “ley ómnibus”.

El objetivo de este movimiento es claro: liberar las industrias, privatizar empresas públicas (YPF quedaría fuera), flexibilización laboral limitando el derecho a protesta, retiro de regulaciones estatales (combustibles, alquileres, pesca, medicina prepaga, entre otras), desregulaciones ambientales, expandir las funciones del Poder Ejecutivo, y, en una jugada audaz, eliminar de cuajo el déficit fiscal a partir de recortes de gasto junto con aumentos de impuestos (retenciones a subproductos de la soja, del maíz, del trigo, del girasol o el Impuesto a las Ganancias).

A esto se suma un blanqueo impositivo (¿coparticipable con las provincias?), en un país donde se pierden U$S 20 mil millones de recaudación por evasión por año.

Todas estas piezas se juegan en una parada clave hacia el futuro prometido: dolarizar... para que en 20 años seamos Italia y en 35, Estados Unidos.

DOLARIZACIÓN: ¿POR SÍ O POR NO?

En una reciente intervención en el Foro de Davos, el ministro de Economía, Luis Caputo, captó la atención de medios y analistas cuando, contrario a las expectativas generadas por las promesas de campaña del presidente Milei, adujo que el enfoque primordial no se orienta hacia la dolarización (propuesta que captó titulares y sendos debates).

Subrayó, en esas declaraciones realizadas en Suiza, que las condiciones actuales no son propicias para una transición hacia el cambio de moneda.

Estas expresiones se dan en un contexto en el cual el romance entre el nuevo gobierno y el dólar parece haber terminado y la brecha supera el 56% (tanto en el blue como en el CCL y en el MEP) y toca valores récord.

En el caso del dólar informal, las razones responden a la dolarización de los portafolios a la incertidumbre con respecto a la aprobación de la ley, a un tipo de cambio pisado ante un crawling peg de un 2%, y a un dólar tarjeta superior (pareciendo ser su valor el techo).

En cuanto al aumento del CCL, las atribuciones parecen ser las poco atractivas condiciones del Bono para la Reconstrucción de una Argentina Libre (Bopreal), las tasas de interés que pierden ante la inflación y las dudas sobre cómo se realizaría una unificación cambiaria.

El dólar volvió a ser el centro de atención y conlleva una suba de aproximadamente 50% desde fines de diciembre. Se trata de un crecimiento acelerado, desacoplado del resto de los activos argentinos y superando la velocidad a la que los exigentes estándares históricos argentinos están acostumbrados.

Si analizamos los niveles de CCL, se observa que este se encuentra un 7% por encima del valor que tenía al peor momento de la salida de la convertibilidad, más fuerte que durante los meses de la elección presidencial en 2023 o que en julio de 2022, cuando el Ministerio de Economía quedó acéfalo casi un mes. Toda una corrida contra el peso.

En un país donde el dólar es el refugio natural, en escenarios de alta inflación, la estrategia de licuación de pasivos mediante tasas reales en niveles negativos récord ha sido uno de los factores que alimentan esta corrida.

En este contexto, se podría considerar una pausa para atemperar el aumento sostenido del dólar.

Por otro lado, la demanda de pesos es mayor durante los meses del verano, debido al pago de aguinaldos y vacaciones, y si bien la economía se encuentra en su nivel más desmonetizado en mucho tiempo, el Gobierno acumuló desde el 13 de diciembre más de U$S 5 mil millones en reservas en el Banco Central. Divisas que fueron absorbidas por pesos en el sector privado (en contrapartida) que alimentan la corrida hacia el dólar.

Otro aspecto para considerar son las incertidumbres. Una, sobre la salida del cepo en un mercado que interpretaba que estaban dadas las condiciones para ello, ante una brecha del 9%, lo que hizo que se perdiera la confianza.

Otra, la aprobación de la revisión de metas con la Argentina, que habilitaría el desembolso de U$S 4.700 millones, aún no está en los planes.

De esa manera, el Gobierno deberá echar mano la próxima semana a U$S 1.900 millones de las reservas acumuladas para cancelar el vencimiento agendado para fin de mes con el propio organismo.

Así como la propuesta de adoptar la dolarización incrementa el nivel del tipo de cambio de equilibrio, la incertidumbre acelera los costos.

Ante un escenario que descuenta una nueva corrección (de un 26% aproximado), un elemento crucial para mitigar expectativas extremas es proporcionar claridad sobre cómo se sacarán (según las condiciones) los cepos existentes desde el gobierno anterior.

DESCENSO DE LA INFLACIÓN: ¿CUÁNDO LLEGA?

La preocupación por el futuro inmediato de la inflación es un tema recurrente en todas las mesas de las familias argentinas.

La inflación del 25,5% de diciembre marcó un récord en más de 30 años (211,4% en 2023, valor solo superado en 1990 en plena crisis hiperinflacionaria).

La inflación de enero será también alta (anticipada por el índice de precios mayoristas de un 54% en el último mes de 2023).

La gran pregunta que todos nos hacemos es ¿cuándo comienza a bajar?

La respuesta a este interrogante es desconocida porque depende de varios factores y supuestos que determinan resultados diferentes, según cómo confluyan.

Por el lado de la demanda, el parate en el consumo y la pérdida de poder adquisitivo harán que sea muy difícil seguir convalidando precios elevados.

Por el lado de la oferta, la apertura de importaciones y la liberación de los precios de la economía pondrán un techo a los aumentos.

Será un desafío para las empresas, con estructuras de costos en aumento, mantenerse competitivas.

Otra de las acciones necesarias para la baja de la inflación es la normalización del mercado cambiario.

Para ello, es clave acumular dólares con la urgencia que esto demanda.

El modo en que se realice configurará las expectativas devaluatorias y el ritmo de ellas (con el consiguiente traslado a precios).

Las medidas tomadas desde el 10 de diciembre para reacomodar precios relativos no configuran un plan de estabilización, el cual vendría en una segunda etapa.

Para ello, resulta clave resolver la falta de dólares en las reservas del Banco Central, en esta economía bimonetaria, altamente endeudada en dólares y con alta inflación.

La muy buena cosecha agrícola que se espera y la balanza energética favorable se configuran como luces de esperanza en una economía que será llevada en un nuevo ómnibus hacia el futuro prometido.

Medio Publicado: La Voz del Interior

Temática: ICDA

Autor/Redactor: Gisela Veritier

Fecha de Publicación: 28-01-2024