Publicado el 07-05-2023 en La Voz del Interior

Estamos en un mundo que no ayudará

Por Gustavo Scarpetta (*)

A veces hay que dar pasos hacia atrás para luego avanzar. Bajar el gasto y devaluar fuerte son dos pasos dolorosos, porque significan, por un lado, menores ingresos para algunos sectores; y por otro, un fogonazo inflacionario, como ocurrió en la salida de la crisis de 2001.

La inflación es la mayor de los últimos 30 años, las reservas están en rojo, el dólar blue mantiene una brecha cercana al 100% y el “dólar soja III” no genera el impacto positivo de las ediciones anteriores; en parte, por la sequía.

La diferencia con aquella crisis es que el mundo traía muy buenas noticias, como los superprecios de las materias primas, con China creciendo a tasas cercanas al 10%, mientras se convertía en aspiradora de las commodities, y el comercio mundial creciendo fuertemente.

El ajuste que deberá hacer el próximo presidente no tendrá el contexto internacional positivo que existió a principios del siglo.

Kristalina Georgieva, desde el Fondo Monetario Internacional (FMI), dijo que el crecimiento global será de alrededor de 3% en los próximos cinco años, en lugar de 3.8% de los últimos años. El menor ritmo en décadas de la economía mundial, con muchos factores que lo fundamentan.

La situación para las economías emergentes se complejiza y será más difícil la estabilidad financiera mundial. Esto, más la sequía, son menos exportaciones: el top10 del Relevamiento de Perspectivas de Mercado (REM) habla de una caída del 3%, unas exportaciones por U$S 74.391 millones y unas importaciones por U$S 71.195 millones. Un escaso superávit comercial de U$S 3 mil millones.

El Banco Mundial (BM) aporta también un pronóstico poco positivo: “Se proyecta que el crecimiento mundial se desacelerará y experimentará el tercer ritmo más débil en casi tres décadas, solo opacado por las recesiones mundiales de 2009 y 2020″.

Puntualmente para América latina y la región, prevé que el crecimiento se reducirá al 1,3% en 2023 y luego se recuperará hasta alcanzar el 2,4 % en 2024.

Esta desaceleración refleja tanto los esfuerzos de las autoridades monetarias por controlar la inflación como los efectos secundarios de un panorama mundial poco auspicioso.

Se prevé que el crecimiento algo lento de Estados Unidos, China y la Eurozona (crecería solo 0,8%) signifique una reducción importante en las exportaciones mundiales.

Las proyecciones indican que la lentitud del crecimiento mundial incidirá en los precios de los productos básicos, lo que debilitará la relación de intercambio de la región latinoamericana.

Se espera que Brasil crezca 0,8 % en 2023, debido a que las altas tasas de interés frenarán las inversiones, y el crecimiento de las exportaciones se desacelerará. La economía de México se expandirá un 0,9% este año, de acuerdo con las proyecciones, dado que las condiciones monetarias restrictivas, la inflación alta y la merma en las exportaciones reducirán la actividad.

UN MUNDO DIFERENTE

Cuando Lula da Silva asumió su primer gobierno, uno de los primeros viajes que realizó fue a Estados Unidos, que era por entonces el principal socio comercial de Brasil y de la mayoría de países de América latina.

Al asumir este año, Lula viajó a China y tuvo polémicas declaraciones sobre la guerra de Ucrania, en un intento de quedar bien con el líder asiático y su socio estratégico, Rusia.

Una de las cosas que puede haber cambiado es que China es el principal socio comercial de Brasil y también de más de 140 países en todo el mundo.

El mundo económico se sorprendió cuando a comienzos de siglo Bill Clinton actuó decididamente para que China ingresara a la Organización Mundial de Comercio (OMC) y de esa manera evitar que las exportaciones chinas tuvieran altas barreras.

En pocos años, esa iniciativa tuvo su impacto, ya que para 2009 China ya era el mayor exportador mundial: la fábrica del mundo.

En la actualidad, China exporta el doble que Estados Unidos, que es el segundo mayor exportador. Pero aquella maniobra de poner al gigante asiático a fabricar bienes focalizó a Estados Unidos en la producción de servicios.

La productividad en servicios ha venido mejorando más rápidamente que la de bienes, y aquellos países que han dedicado más recursos a servicios han visto crecer la productividad más que los que se mantuvieron fabricando mercancías.

Indermit Gill, economista del BID, sostiene que los países de todos los niveles de industrialización e ingresos pueden aprovechar las oportunidades transformadoras que se derivan de los servicios. En las últimas tres décadas, el sector de servicios ha crecido más rápido que el de las manufacturas en muchas economías en desarrollo.

Si la segunda mitad del siglo pasado fue del comercio de mercancías, el siglo 21 es el de los servicios; y entre ellos, los informáticos, la programación, los vinculados a inteligencia artificial, el análisis de datos y la big data.

Las potencias luchan estratégicamente sobre las nuevas tecnológicas; Estados Unidos prohíbe la exportación de determinados semiconductores, mientras que China invierte grandes sumas para liderar el 5G.

Los países líderes están impulsando ampliamente el comercio internacional de servicios porque allí estará la estrategia primordial para ser líderes.

La directora de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Ngozi Okonjo-Iweala, sostiene: “En los últimos 40 años, la integración económica mundial respaldada por el sistema multilateral de comercio contribuyó a sacar de la pobreza a más de mil millones de personas”.

El comercio global de mercancías se da entre países integrados y por lo tanto se cobran bajos aranceles entre ellos, y focalizan las exportaciones con aquellos países con los que tienen acuerdos.

El mundo diferente muestra una preponderancia de los servicios, menores aranceles y más restricciones no arancelarias, aunque crecerá a un ritmo más lento que las dos últimas décadas; por lo que no empujará las exportaciones argentinas, como ocurrió en la crisis del 2003.

EL IMPACTO DEL ESCENARIO ELECTORAL

El ministro de Economía, Sergio Massa, subió las tasas, eliminó los subsidios energéticos al grupo N1 y trató de calmar el dólar, aumentando el ritmo de devaluación en abril.

Algunas de las acciones son coordinadas y solicitadas por el FMI dentro del acuerdo firmado en la búsqueda de bajar el déficit fiscal y evitar un mayor atraso del dólar.

Con la suba de tasas, se intenta un mayor atractivo para el plazo fijo y que esos billetes no se vayan al dólar oficial ni al dólar MEP o Contado con Liqui. Y la eliminación de subsidios es bajar gastos y evitar aumentar la emisión monetaria.

Si el dólar llega atrasado a diciembre y el déficit sigue alto, será objetivo del próximo presidente hacer las correcciones en ese sentido.

Un dólar superalto bajaría las importaciones y mejoraría la competitividad de las exportaciones, por lo que habría un superávit comercial desde donde podrían fortalecerse las reservas tan debilitadas hoy.

Ese salto del dólar produciría un aumento en la inflación, como ocurrió cada vez que hubo una devaluación fuerte.

Eso dificultará bajar el gasto social, sobre todo con el crecimiento de la pobreza observado en los últimos años.

Una parte positiva es que mayores exportaciones podrían generar mayor recaudación vía retenciones.

Por su parte, una devaluación fuerte significa una pérdida de poder adquisitivo de los salarios importante y un mercado interno débil.

Hay que recordar que en la crisis de 2001 y posteriores medidas hasta 2003, el mundo colaboró activamente para que la economía nacional comenzara a marchar de forma diferente.

En esta oportunidad, por los pronósticos actuales, no existiría la posibilidad de que el mundo de los próximos años salga a nuestro rescate.

*Docente en la UNC, en la UCC y en la UES21

Medio Publicado: La Voz del Interior

Temática: UCC

Autor/Redactor: Gustavo Scarpetta

Fecha de Publicación: 07-05-2023