Publicado el 27-02-2025 en Cooltivarte

Entrevista a Renato Opertti, experto en investigación educativa

"La IA como instrumento potente requiere de una inteligencia humana aceitada, que implica que la educación ponga el énfasis en la capacidad de pensar"

Renato Opperti (Montevideo 1962) brindó una entrevista desde su hogar ubicado en Pinares, Maldonado, a donde decidieron mudarse a un espacio con más verde junto con su esposa, Noralí, en época de Pandemia, como tantos uruguayos. Los ventanales permiten el pasaje de una cálida luz natural a su escritorio, conformado por estanterías de madera que llegan hasta el techo y están repletas de libros; sus pensamientos veloces van al mismo compás que sus palabras; simpático y muy expresivo como buen orador, a medida que dialogamos tomó nota y punteó palabras sobre temas que intercambiamos. Fue un diálogo ameno y relevante.

Opertti es sociólogo egresado de la Universidad de la República Oriental del Uruguay (UDELAR) y máster en investigación educativa (CIEP-Uruguay / IDRC – Canadá). Actualmente es el presidente del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), asesor de gobiernos, organismos internacionales e instituciones públicas y privadas en diversas regiones del mundo. Se desempeñó como especialista senior en educación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) por 20 años. Es conferencista internacional y facilitador en más de 80 países.

Tutor del doctorado en educación de la Universidad Católica de Córdoba (UCC). Realizó actividades de docencia e investigación en Universidades dentro y fuera de la región. Participó como editor, autor y/o coautor en más de 40 publicaciones. Los programas de formación han cubierto más de 70 países.

¿Por qué se te ocurrió estudiar sociología, viene de familia?

Te diría que es como una confluencia de elementos. Mi padre fue profesor en Derecho Internacional durante mucho tiempo y mi madre maestra y directora de centros educativos. Siempre tuve la sensibilidad por los temas sociales, educativos, de formación. De chico leía mucho sobre temas sociales, en un contexto muy particular del Uruguay -era el período de la dictadura- con lo cual era difícil, aunque en mi casa circulaban y habían muchos libros. Yo era «ratón de biblioteca», me gustaba leer y estudiar, y siempre tuve esa preocupación por lo social. Fui al colegio Richard Anderson desde educación inicial hasta cuarto año de liceo, donde mi madre ejercía.

¿Tuviste alguna experiencia que marcara el camino de tu elección?

A mis 16 años, tuve dos experiencias que fueron interesantes. Una, fue en 5º de liceo, cuando tuve la posibilidad de ir cuatro meses al Colegio Seminario. En pleno período dictatorial armamos un semanario. En aquel tiempo había mucho diario, mucha discusión con compañeros, incluso algunos son comunicadores, como Mauricio Almada y Javier Miranda, con quienes éramos compañeros de clase y de la misma generación. Javier de Haedo, Omar Paganini, mucha gente distinta que tuvimos la posibilidad de encontrarnos en un espacio de diálogo en un país muy resistido a eso. La otra experiencia importante fue que mi padre en ese momento empezó a trabajar en la Organización de los Estados Americanos (OEA) con sede en Washington, y por ese motivo inmigramos por tres años. Estados Unidos era y es una democracia y en aquella etapa era muy distinto de nuestro país, naturalmente.

En la secundaria tuve posibilidades de ver los temas sociales y la democracia en funcionamiento, de buscar explicaciones y respuestas y todas esas cosas me llevaron a mis tres grandes intereses, que son las ciencias sociales (donde incorporo la sociología, pero también la antropología, la psicología), la educación (hoy es muy amplia y es mi pasión de vida) y la filosofía, ya que es el tema del que más me gusta leer, incluso en un momento vacilé entre estudiar filosofía o sociología.

¿Qué sucedió cuando retornaste a nuestro país?

Cuando regresé al Uruguay, esa confluencia familiar y ese conjunto de experiencias -dentro y fuera del país- me llevaron e inclinaron a inscribirme en Estudios Sociales ya que en aquel tiempo no existía la Licenciatura en Sociología. Cuando volvió la democracia se regularizó y se hizo la carrera, fuimos una generación muy linda y los primeros egresados de Sociología posdictadura. Al principio de mi vida trabajé mucho en sociología, en investigación, en temas de salud, en políticas sociales, en pobreza, en infancia pero la vida me llevó a meterme cada vez más en el tema de la educación, aguando siempre desde una visión interdisciplinar.

Desde el punto de vista del conocimiento, lo que más me gusta es la capacidad de conectar cosas, ideas, enfoques, propuestas. Post pandemia escribí una serie de libros en los que trato de integrar conocimiento de filosofía, sociología, ciencia política, educación, neurociencia, antropología. Leo mucho sobre lo que va sucediendo en el mundo y ahí recorro muchas lecturas distintas, libros, publicaciones periódicas. Hoy el acceso a internet nos posibilita acceder a varias publicaciones en línea. Me desafío a mí mismo a conectar y darles sentido a las cosas, por suerte una parte del tiempo lo puedo dedicar a eso.

El conocimiento es algo tan importante y no todas las personas lo comparten, cuando lo compartimos aprendemos, pues vos al compartir estás reafirmando tus conocimientos. Si el docente es «bueno o malo» condiciona el aprendizaje.

Lo que vos decís es totalmente cierto y me da pie para varias cosas, primero, hablar de un educador, filósofo francés, pensador universal: Edgar Morin, que de alguna forma va a lo que decís. Hoy en día la complejidad de los fenómenos individuales, colectivos, sociales -como quieras llamarlos- requieren de una mirada mucho más profunda de lo que habitualmente se hace. En educación, como en otras áreas, me preocupa mucho. Necesitamos saber cómo se renuevan las categorías de pensamiento para pensar la complejidad del mundo en que vivimos y eso no lo da hoy el conocimiento fragmentado en disciplinas o en especialidades, que es absolutamente necesario, pero no permite entender la complejidad de los fenómenos. Eso está detrás de mucha incomprensión respecto a dónde poner el foco en los temas que hay que encarar. Por diferentes razones, caemos en simplificaciones de fenómenos complejos y la respuesta que se da desde la política pública a fenómenos complejos con respuestas simplificadas es un camino inconducente con mucha frustración. Hay que retomar la idea de la globalidad del ser humano, que es un todo indivisible, ahí hay una necesidad de atender la complejidad. El segundo punto muy importante que nombrás es el de aprender y compartir. Lo que más me gusta es escribir una columna de opinión.

¿Te identificas con alguien al escribir tu opinión?

Sí, pero nunca vas a ver una nota o columna que haya escrito sobre un aspecto, o tema de coyuntura para posicionarme de una manera u otra porque eso es parte del quehacer diario -que es parte de otro tipo de recorrido que no es el que yo quiero hacer. Me identifico Fernando Santullo, que escribe de una manera que también refleja la idea de ir más allá de la coyuntura. Para mí es un referente en cuanto a la manera de ver las cosas, tiene esa visión de no estar «atado» a ninguna corriente, «no tiene pelos en la lengua», dice cosas profundas y conecta ideas diferentes de temas diversos. Me encanta leer columnas donde se nota el pensamiento detrás, me aburre mucho las columnas descriptivas, me generan un cierto grado de incomodidad intelectual.

La tecnología es buena pero también distrae, cada vez nos miramos y nos prestamos menos atención.

Es muy interesante el tema de la atención. Hay todo un debate respecto a las tecnologías digitales, vivimos en un mundo digitalizado. Las tecnologías no son el problema, el desafío es cómo los humanos usamos las tecnologías para direccionar los objetivos que tengan que ver con nuestro bienestar, con nuestra convivencia, con nuestro desarrollo.

La tecnología no nos puede privar, el problema es de nosotros mismos, de tener los tiempos. El filósofo surcoreano Byung-Chul Han habla de las pausas, los tiempos para pensar, para dejar que el inmediatismo no nos «coma», no nos absorba, tenemos que darnos tiempo en la vida para madurar, para ver las ideas, para entenderlas.

Todo eso tiene que ver con lo que decías, la atención en educación es un problema grave, porque no estamos dándole muchas veces a los niños y a las niñas los tiempos suficientes para que maduren sus conocimientos. Viven permanentemente saltando de una cosa a otra y no hay profundidad en los conocimientos para poder, justamente, tener la capacidad de ser libres. Porque uno es libre en la medida en que es capaz de manejar la lengua, de comunicarse, de producir, de relacionarse con el otro, de comprender, si esas cosas no pasan o no nos damos tiempo para que ocurran, después tenemos los problemas que indudablemente se dan más adelante, de convivencia, etcétera.

¿El conocimiento no está tan valorado en Uruguay?

Lamentablemente en Uruguay el conocimiento no tiene la valoración necesaria, es algo accesorio a las políticas públicas o a la evidencia. Hay mucho discurso y poco conocimiento real de las cosas. Si el Uruguay aspira a ser una sociedad en términos de más desarrollo tiene que lograr tener una base más fuerte de conocimiento en la sociedad y este debe estar mucho más incorporado al ADN de los uruguayos y uruguayas.

El ejemplo de lo que Uruguay exporta en servicios de tecnología, fundamentalmente de programaciones, a países como Estados Unidos, demuestra que eso es conocimiento, talento humano, capacidad humana. Si queremos una sociedad integrada, cohesionada, inclusiva, necesitamos hacer una apuesta mucho mayor al conocimiento y éste tiene que estar mucho más presente en las bases de desarrollo de la sociedad.

El Uruguay tiene un problema muy serio con el futuro, vivimos muy apremiados por la coyuntura, siempre estamos pensando en la inmediatez, nos cuesta tomar decisiones para pensar en las nuevas generaciones. Tenemos que elevar la calidad de las discusiones en democracia y la calidad de las políticas públicas y de las miradas, hay que tener más profesionalidad, profundidad en los temas. Es un país que tiene una democracia basada en partidos políticos relevantes, pero le está faltando entender que no es suficiente. Cuesta pensar las cosas más allá de la discusión diaria de «ping-pong».

¿Por un lado está lo teórico y por otro lo práctico?

Hoy el mundo es de integraciones. Ya no se habla de conocimiento teórico-práctico, no hay diferenciación entre ambos, se habla de conocimiento donde uno entiende, contextualiza, aplica, evidencia y vuelve el círculo. Todo es parte de un proceso donde tenemos que ir generando el rompecabezas necesario para entender cómo aplicamos determinados conocimientos, se analiza, se reflexiona, se saca conclusiones y después sigue un proceso de elaboración permanente. Está claro que si la persona no se involucra emocionalmente con lo que aprende, no aprende. El involucramiento emocional es del educador y del alumno, juega en ambas partes y en la interrelación. Hay un tema central que es cómo desarrollamos la empatía, la conexión intergeneracional en la educación. Generaciones distintas tienen que buscar espacios comunes de entendimiento para que la educación tenga sentido.

Y eso es una tarea del educador con el alumno como coagente, como codesarrollador de la educación. El otro punto fundamental tiene que ver con entender que no hay un único enfoque para aprender y enseñar, para hacerlo no hay que optar por una cosa u otra. Hay momentos donde hay que trabajar con determinadas metodologías por la característica del tema y en otros tiene que haber otro tipo de metodologías, no hay una metodología única, hay una combinación de enfoques. Y el educador que combina sabiamente diversos recursos pedagógicos, curriculares y didácticos, es el que mejor conecta con el alumno porque sabe cuál es la conexión que debe hacer, como vos decías, ya no existe esa educación de impartir o de instruir, existe una educación de cohabitación y de complementariedad entre educador y alumno y, además, con las tecnologías digitales y fundamentalmente la Inteligencia artificial (IA) generativa, que produce textos, contenidos, que genera una conversación con el otro, que podemos generar una conversación con el instrumento para explorar temas, para buscar respuestas, para una cantidad de cosas.

Sin conocimiento no hay inteligencia para las nuevas tecnologías.

Hoy las relaciones educativas son relaciones triangulares entre el educador, el alumno y la IA, que es el recurso que le es útil al alumno y al educador. Pero esa relación única de empatía y conexión entre ambos no es mediada por la IA, es una relación que tiene la propia configuración de la respuesta única y específica que un educador le puede dar a un alumno. Hay que trabajar mucho de ambos lados esa capacidad de entendimiento recíproco ya que es la base para que la educación tenga sentido. Las tecnologías desafían a la educación en otro sentido ya que aportan, información, descripción, algún tipo de ordenamiento de ideas, conceptos, prácticas. Nos desafían como educador o como alumno a saber hacer mejores preguntas, más potentes a la IA para que efectivamente podamos avanzar en el conocimiento, como tú decías. La IA como instrumento potente requiere de una inteligencia humana aceitada, que implica que la educación ponga el énfasis en la capacidad de pensar.

La idea de la educación es formar seres libres y pensantes, tenemos que lograr que el alumno desarrolle un pensamiento que sea autónomo, futurista, solidario, empático, creativo y que sepa usar los instrumentos para responder a las preguntas, para avanzar sobre lo existente y no para describirlo. Ahí está la diferencia. No es la IA que le va a dar valor agregado a la educación, sino el binomio educador-alumno que a partir de un buen uso de la IA nos da una base descriptiva, con sus limitaciones -por otro lado está el hecho de si la información está verificada o no, los contenidos, toda esa discusión es bien relevante- pero la base analítico-reflexiva es del alumno o del educador. Lo que importa es que la educación cada vez más ponga el énfasis en lo que se llaman las competencias de pensamiento crítico, creativo, autónomo, que en realidad no se contraponen a los conocimientos, podemos ser competentes si manejamos conocimientos. La IA coloca muy alta la vara del potencial de la inteligencia humana.

¿La tecnología no juega a veces un papel de “chupete electrónico”?

El enfoque de prohibición tienen sus limitaciones, no convence, no argumenta. Es necesario entender que las tecnologías digitales -y sus diferentes avances, como la IA generativa- son instrumentos. En definitiva lo que importa es el sentido del uso que le damos. Hay que invertir en la inteligencia humana, en la infancia, en que los niños puedan tener un desarrollo social, psicológico equilibrado, integral, que puedan tener acceso a diferentes estímulos, que puedan de alguna forma desarrollar su potencial para poder invertir en tecnología de una manera que dé resultados e impactos. El basamento de las políticas públicas es la necesidad de que una sociedad pueda desarrollar su inteligencia social y humana, lo que se llama «La inteligencia colectiva de la sociedad» que surge justamente de lo que decís, de los conocimientos, de la capacidad de producir, de movilizar e integrar conocimiento.

¿En la educación se habla de las capacidades, de la inclusión?

Las capacidades de las personas son relativas a cada uno. En la educación cuando se habla de inclusión decimos que cada persona puede ser incluida porque cada ser humano tiene un potencial de excelencia, de talento, de capacidades. Como tú decías lo que nos mueve es compartir ideas y aprender de otros, leer cosas, indagar, profundizar y tratar de no decir lo obvio porque si no estoy haciendo perder tiempo al otro.

Hay que fomentar la amistad, los valores, hoy con una computadora te formas e investigas lo que sea.

Hoy tenemos que formar en nuestro país ciudadanos de la Aldea Global con capacidad de actuación local, comunitaria, justamente lo que decías. Para eso, el Uruguay tiene que poner énfasis en esos valores universales, cosmopolitas, que nos hagan ser seres abiertos, pensantes, que creemos en valores vinculados a la democracia, a la inclusión, a la convivencia, al conocimiento del otro, al apreciar al diferente. Pero para que eso realmente sea un plus y ese valor sea agregado en la inteligencia humana, la persona tiene que tener determinadas capacidades desarrolladas. Uruguay no está generando los instrumentos, los recursos educativos, ni las políticas educativas como para que las personas manejen las competencias básicas necesarias en la lectoescritura, en la capacidad de leer, de escribir, de usar la ciencia, la matemática, que nos permita dar ese salto.

Los instrumentos son, internet, tecnologías digitales de acceso libre, de gran conectividad y gran avance que tuvo nuestro país en la inclusión digital y educativa a través de Ceibal. Pero si desde la base, las personas no son capaces de escribir, de comprender un texto, analizarlo, utilizar la ciencia y la matemática, para entender los problemas de la vida cotidiana que enfrentan en el mundo de las finanzas, en el mundo de la sostenibilidad, del clima, del cambio climático, de la alfabetización científica, no hay tecnología que valga, nada puede suplir eso. En Uruguay muchas veces anteponemos la discusión. El problema central en la educación es que no hemos «movido la aguja» en los aprendizajes y éstos son muy magros en los sectores más vulnerables. Eso hace que sea una sociedad que no se pueda potenciar en las tecnologías que el país tiene, en materia de conectividad, de acceso, etcétera. Hay un problema de prioridad.

El acceso a la educación debería ser más igualitaria.

El tema es tener claridad que esos instrumentos tienen que servir para que Uruguay tenga una base universal de aprendizaje, de calidad para todos por igual, en la lectura, escritura, matemática, ciencia y en la ciudadanía. Que tiene que ver también con los valores democráticos de formación cívica. Sin esos cinco elementos el país no va a poder potenciar el uso de la tecnología, alfabetizaciones en lectura, escritura, matemáticas, ciencias digitales y ciudadanas. Tienen que ver con las formaciones en valores democráticos, de derechos humanos y la alfabetización socioemocional, de entender esa relación de empatía. Cuando en un centro educativo no hay empatía, no hay conexión y hay aburrimiento, distanciamiento, no hay educación. La educación no es un acto mágico, surge de la empatía alumno-educador y sin ella no hay conocimiento, ahí es donde el país tiene que hacer un esfuerzo por ordenar sus prioridades y avanzar en los próximos años.

La violencia que existe en el mundo es inherente, nos afecta. ¿Brindar herramientas para aprender a meditar a respirar podría ser una opción?

La alfabetización socioemocional, de pensar en sí mismo y en la relación con los otros, tiene que ser parte del diálogo. Acá no es únicamente una cuestión de conocimientos o de generar una alfabetización, también es la capacidad de entender al otro. La violencia es también la incapacidad de comprender la frustración, la desconexión con los demás. Hay una necesidad de que en los centros educativos se dé el tiempo para que eso ocurra, sea Mindfulness u otros tipos de experiencias que permitan tomarse los tiempos. El tema clave que mencionaste es la sostenibilidad.

Eso implica trabajar desde las edades infantiles en la «Educación verde y azul», vinculada al reconocimiento y a la apreciación de los humanos y de la naturaleza como partes del mismo ecosistema. El color azul viene definido de los recursos hídricos que tanto nos preocupa.

La educación tiene una mirada hacia adentro y se olvida del mundo en que está inmerso. Necesitamos una educación mucho más incorporada al mundo en su discusión y en su análisis. Cuando se habla de educación en Uruguay generalmente se habla poco de sostenibilidad, de cambio climático, de diálogo entre culturas. Uruguay tiene un debe importante que es, incorporarnos de otra manera al mundo en que vivimos que es mucho más proactivo. Tenemos que tener una mirada global, local y hacia adentro, de entender nuestras tradiciones, comunidades pero también vernos hacia afuera de manera diferente.

En el mundo muchas de las respuestas que hay en sostenibilidad tienen que ver con el renacimiento, el reposicionamiento de los puntos nativos. Tenemos que buscar nuestro lugar en el mundo que a veces lo reducimos a una dimensión. No es solamente un tema comercial. Es una visión de cultura, de un país que tuvo y tiene una cantidad de atributos y que es un ejemplo. El Uruguay progresó mirando hacia afuera.

Regresaste de tu viaje a Corea a principios de este año. ¿Cómo fue tu experiencia?

Fui invitado por la UNESCO como conferencista en una conferencia internacional organizada por la UNESCO y la Comisión de UNESCO de Corea sobre el futuro de la educación. Corea está en una revolución educativa que es, cómo llevar al aula una IA que tenga al alumno y al docente como los ejes fundamentales. Poner el énfasis en el aula y la tecnología es un recurso facilitador de lo que ocurre en ella. Lo importante es el cambio de paradigma; de un alumno que es receptor de conocimiento a uno alumno que es protagonista de su conocimiento, responsable de su aprendizaje y un docente que transmite a un docente que articula, facilita, orienta.

Van a incorporar la IA a los textos. Cada alumno va a tener un texto con respuestas de sus propios desarrollos, docente y alumno van a estar recibiendo información y en conjunto van a poder verla y analizarla, y a su vez le va a llegar a la familia de cada estudiante para que estén al tanto. Esa revolución tiene que ver con algo muy simple, es poner el foco donde debe estar, en la educación, en el aula, alumno-educador y colocar a la IA como facilitador de ese proceso. Todo el currículo está orientado al tema sostenibilidad, cambio climático, pérdida de biodiversidad y todas las asignaturas trabajan esos temas.

No se eliminaron asignaturas, todos trabajaban en espacios propios y comunes las diferentes aristas o dimensiones de la sostenibilidad, lo cultural, lo político, lo social, lo tecnológico, lo histórico. El foco está puesto en generar una conexión alumno-educador para formarlos para un mundo sostenible, donde ellos sean ciudadanos con capacidad de pensamiento y de actuación crítica.

¿Dónde está el foco en nuestra propuesta educativa?

Nuestras propuestas educativas ponen el foco en cosas que ya no son tan relevantes. Lo importante es tener claridad, en qué y para qué. En Corea quieren formar ciudadanos que tengan una alfabetización digital democrática, capacidad de ver más allá, de mantener sus raíces y tradiciones locales pero con mirada de mundo. Que sean ciudadanos buenos, locales, portadores de valores, que compartan diferentes culturas, que les permita ser usuarios críticos de la propia tecnología, que tomen las co-evidencias necesarias para tener conciencia de los dilemas éticos que hay en los usos de los instrumentos. Todo está orientado a fortalecer la dinámica de relacionamiento educador-alumno, eso es un cambio de foco fundamental. En Uruguay no discutimos la dinámica del aula, discutimos sus accesorios y pocas veces entramos en lo que pasa allí. El cambio recién empieza, es progresivo, dentro de unos años podremos tener elementos para evaluar.

¿Alguna novedad o un proyecto o algo que quieras compartir?

En este primer semestre del 2025 va a ser publicado y va a estar en línea accesible a toda la comunidad Latinoamericana e Iberoamericana un compendio de más de 800 páginas que reflexiona sobre los temas educativos más variados desde una visión comparada global, regional y local. Es un aporte del conocimiento que fui aprendiendo en estos años desde el 2021 al 2024 que va a incluir los cuatro libros que escribí sobre educación más una introducción que los resume y un prólogo de Mariano Jabonero, secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).

Gracias. Me gustó mucho la entrevista porque más que una entrevista fue un diálogo.

Libros: La educación en tiempos de repienso planetario,2021; El currículo en modo transformación, 2022; Conectando ideas y sensibilidades en educación, 2023; Sobre educar y aprender para futuros mejores, 2024. Todos libros se encuentran en las páginas de OEI y de la Universidad Católica u otras páginas, el primero también está en versión impresa.

Medio Publicado: Cooltivarte

Temática: UCC

Autor/Redactor: Sofía O´Neill

Fecha de Publicación: 27-02-2025