Publicado el 21-05-2023 en La Voz del Interior

ChatGPT y los dinosaurios

Por José G. Funes, S.J.

Deberíamos encontrar una forma de cooperación entre instituciones y empresas tecnológicas. La colaboración con universidades ofrece un enfoque multidisciplinar del que pueden carecer las empresas tecnológicas.

Muchos nos podemos sentir abrumados por los nuevos desarrollos de la inteligencia artificial (IA) en los últimos meses. Experimento una especie de vértigo cuando miro al abismo de los riesgos existenciales que plantea la IA. Sería útil dar un paso atrás, para alcanzar una perspectiva más amplia antes de sumergirnos en el océano de las nuevas tecnologías.

En la actualidad, la IA puede generar textos, imágenes, videos, música, etcétera. Nuestra cultura está evolucionando por obras que no son producidas por agentes humanos de forma inmediata.

En una reciente carta abierta, Elon Musk, Steve Wozniak, Yuval Harari, entre otros, se preguntan: “¿Deberíamos automatizar todos los trabajos? ¿Deberíamos desarrollar mentes no humanas que eventualmente podrían superarnos en número, ser más inteligentes y reemplazarnos?”.

La difusión masiva de ChatGPT en los últimos meses ha generado un debate sobre su uso en la educación superior. La Unesco publicó una guía sobre ChatGPT, IA y la educación superior.

Después de enumerar los desafíos y las implicancias éticas del impacto de ChatGPT (integridad académica, falta de regulación, preocupaciones por la privacidad, sesgo cognitivo, género y diversidad, accesibilidad, comercialización), el documento recuerda que los sistemas de IA deberían funcionar para el mejoramiento no sólo de las personas y las sociedades, sino también para el bien del medio ambiente y los ecosistemas.

En un breve ensayo en The New York Times, Yuval Harari se pregunta: “¿Qué significaría para los humanos vivir en un mundo donde un gran porcentaje de historias, melodías, imágenes, leyes, políticas estén moldeadas por una inteligencia no humana, que sabe cómo explotar con eficiencia las debilidades, los sesgos y las adicciones de la mente humana?”. Y agrega que la IA no debería intervenir en las vidas de las personas a un ritmo más rápido de lo que las culturas pueden asimilar con seguridad.

INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y ESPIRITUALIDAD

En este momento de la historia, me pregunto: ¿La IA nos ayudará a convertirnos en mejores seres humanos? Para esbozar una respuesta sencilla a esta pregunta compleja, la prudencia, y no el miedo, ayudará. Puede servir una perspectiva espiritual que reavive un sentido de interconexión con los demás y el mundo natural.

La espiritualidad ignaciana, inspirada en los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, es un camino para aprender a discernir y tomar decisiones. Es también una espiritualidad optimista que responde a las necesidades de nuestro tiempo y enseña a reconocer a Dios presente en el mundo.

Un buen discernimiento debe ser bien informado. En este sentido, ahora que la tecnología de IA se ha hecho accesible a millones de personas, deberíamos educar sobre su uso y comprender los mecanismos que están detrás de ella. También deberíamos reflexionar sobre las consecuencias de aplicar IA sin analizar el impacto social en los sectores sociales más vulnerables.

También deberíamos considerar en nuestra evaluación si la IA contribuye al bienestar y a la paz. Un proceso de discernimiento, aunque desafiante, no significa que debamos paralizarnos.

EN BUSCA DE LA COOPERACIÓN

Utilizando una imagen de Jurassic Park, pienso que las grandes instituciones, Naciones Unidas, los gobiernos y las universidades, son como Brachiosaurus, los dinosaurios más lentos que existieron; se lo pregunté a ChatGPT. Incluso cuando van en la dirección correcta, toman un tiempo del que no disponemos. Por otro lado, están las empresas tecnológicas que, como los velociraptors, se mueven con rapidez hacia sus presas. Estas empresas están legítimamente motivadas por los negocios y la investigación.

Deberíamos y podríamos encontrar una forma de cooperación entre instituciones y empresas tecnológicas. La colaboración con universidades ofrece un enfoque multidisciplinar del que pueden carecer las empresas tecnológicas.

Me gusta destacar la colaboración entre gobiernos, universidades y empresas biofarmacéuticas reunidas para encontrar una vacuna que pudiera aliviar los problemas de salud pública, económicos y sociales que ha causado la pandemia del Covid-19. Este es un buen modelo para seguir y que permitió a la humanidad superar un grave problema en un breve tiempo. Ojalá encontremos una manera de colaborar para convertirnos en mejores seres humanos.

  • Jesuita, doctor en Astronomía, investigador de Conicet, Universidad Católica de Córdoba, exdirector del Observatorio Vaticano

Medio Publicado: La Voz del Interior

Temática: UCC

Autor/Redactor: José G. Funes, S.J.

Fecha de Publicación: 21-05-2023